“Nunca te rindas, tu actitud te hace grande…”
Esta es la frase que todas las mañanas al encender mi móvil me aparece en la pantalla. No se, supongo que las cosas no pasan por casualidad. Esta realidad que nos está tocando vivir en estos últimos años, y que parece, que tendremos que convivir con ella, repleta de pesimismo, noticias negativas, futuro incierto y un montón de políticos y asesores que no parecen saber hacia dónde van, la verdad es que no favorecen el que uno, cuando se levanta y no tiene trabajo, le ayude mucho a seguir luchando por conseguirlo.
Sin duda alguna, la situación es la que es, y más que aborregarnos y dejarnos llevar por el sentimiento colectivo, por actitudes y comentarios negativos, tenemos que establecer nuestras estrategias contra el desánimo.
En estos casos, todos recurrimos al símil de ¿cómo ve el vaso? ¿medio lleno o medio vacío? Y la realidad sigue siendo como es, inamovible a nuestras emociones y sentimientos. Con lo cual, podemos tomar la actitud del perdedor o del luchador, del que da el combate por perdido o de la persona que busca una y otra vez oportunidades donde los demás solo ven problemas. Y la realidad, ese mismo día para ambos sigue siendo la misma, pero sin duda, la probabilidad de éxito es muy diferente. Cuestión de percepción, cuestión de actitud.
¿Qué es eso de la automotivación?
Para poder entender qué tengo que hacer para automotivarme, considero, que aunque de forma básica, es interesante entender cómo funcionan nuestros procesos psicológicos, qué resortes hacen que queramos seguir con una predisposición positiva hacia algo y no abandonar. Muy probablemente, comprender, aunque de una forma muy simple estos procesos, nos ayude a establecer estrategias personales de superación, de cambiar el punto de vista ante diferentes situaciones que hasta ahora las evaluamos emocionalmente como negativas. Actuamos en función de las expectativas de éxito, de la probabilidad de obtener un resultado vinculado a una acción, ya sea material, emocional, social o de reconocimiento. Las personas modificamos nuestra conducta en función de estos parámetros.
Para entender de una forma simple estos procesos psicológicos, convendría diferenciar entre lo que se suele llamar motivación extrínseca de la motivación intrínseca.
La motivación extrínseca la podríamos definir como la motivación que proviene del exterior, que ante la realización una conducta o una acción recibiremos una recompensa, a saber, si apruebo un examen me dan un título, si vendo me dan un incentivo económico. En este caso, y simplificando mucho, nos movemos por la recompensa.
La motivación intrínseca la definimos como la motivación que existen unas variables internas, una actitud de orientación al logro, a la eficacia sin necesidad de que existan recompensas externas. Realizamos determinadas conductas, porque en sí mismas generan satisfacción, atribuimos un valor positivo a lo que hacemos sin esperar necesariamente una recompensa externa. Esto explica como personas normales, sin apoyo externo, sin una recompensa económica o física, mantienen un nivel de automotivación muy alto, e incluso ante situaciones de fracaso, no son percibidas como negativo, sino, como una alternativa a seguir mejorando.
¿Cómo me automotivo? ¿por dónde empiezo?
Definidos algunos conceptos básicos, aunque de forma muy sencilla a la vez que asumiendo todo lo que nos dejamos olvidado, podemos inferir, que es muy importante que todos nuestros objetivos tienen que recubrirse de un componente emocional, darle sentido a lo que hacemos y porqué lo hacemos.
Si conseguimos que ese valor adicional sea el motor de nuestra vida, las recompensas económicas, de trabajo, etc.
La automotivación es una aptitud emocional, que nos permite encontrar el camino para superar las situaciones críticas y seguir hacia delante.
La autoestima, la confianza y la autoeficacia percibida son claves para convertirnos en invencibles, en personas que puede afrontar cualquier reto, cualquier desafío con serenidad y con una probabilidad de éxito muy alta.
Para todo esto, tenemos que cuidarnos a nosotros mismos, tenemos que preocuparnos por estar bien, por conocernos, identificar nuestros puntos fuertes y en qué debemos de mejorar. La actitud optimista, es estado emocional en el que nuestra expectativa de éxito está más focalizado hacia el logro, es otro factor muy importante. La gente optimista se relaciona mejor, genera mayores y mejores oportunidades y es mejor aceptada por los grupos.
Existen dos factores clave, y que son los más evaluados por los departamentos de recursos humanos: la tenacidad y la resistencia al fracaso, a la frustración. La tenacidad entendida como actividad constante centrada en el objetivo, y la resistencia como la capacidad de seguir aunque temporalmente los resultados no hayan sido los esperados, con autocríticas positivas y constructivas asumiendo la responsabilidad.
El ser positivo, el ser entusiasta, el marcarnos pequeños objetivos dentro del objetivo general, y focalizarnos en el que nos resulte más motivador, el rodearnos de gente positiva y con ganas de trabajar y luchar, auténticos competidores que saben que hasta el último segundo no hay nada perdido, porque todo puede cambiar en cualquier momento, el convertir nuestro entorno, zona de trabajo o donde realizamos las tareas de búsqueda activa de empleo en zonas agradables, coloristas, con luz, con mensajes positivos, y objetos motivadores que movilizan todos los parámetros de nuestro esquema mental.
Todo este esquema de cambio de actitud, de frecuencia, de ritmo, de orientación hacia el resultado, sí o sí, reafirmarán nuestras metas, y sin duda alguna, hará que consigamos nuestros objetivos personales y profesionales.
Como conclusión, subrayar, que debemos de manejar nuestro tono emocional, identificar las emociones vinculadas a las percepciones y reorientarlas, convertirlas siempre en positividad. No olvides mantener un diálogo positivo contigo mismo y confiar en ti, en tu talento, en tu capacidad de superación.
Equipo Recursos Humanos